miércoles, 21 de septiembre de 2016

El peregrino falsamente acusado.



Fue el caso que recaló en Estella un peregrino durante las fiestas dedicadas a San Felipe y Santiago. Eran fiestas bulliciosas y, en medio del jolgorio, fue asesinado un vecino de la ciudad y la gente acusó al peregrino de haberle dado muerte. Pruebas circunstanciales lo acusaban y los jueces lo declararon culpable y fue condenado a muerte, a pesar de que el peregrino porfió siempre por su inocencia. Ya en el cadalso, pidió al verdugo que esperara un momento antes de ejecutarlo y, ante todos los vecinos, volvió a proclamar que él no era el autor del crimen que se le imputaba y dijo que, como prueba de su inocencia, la Virgen de la hornacina cambiaría en ese mismo instante el niño que portaba, del brazo izquierdo al derecho. Los vecinos corrieron a comprobar lo que el condenado proclamaba y se dieron cuenta de que, efectivamente, el milagro se había producido.

Ante aquel juicio de Dios, el peregrino fue absuelto y pudo seguir su camino en pos del sepulcro de Santiago que había venido a visitar.

Uno de esos monumentos dedicados a la devoción fue el monasterio de San Pedro de la Rúa, cuyo soberbio claustro románico que cumplió durante mucho tiempo la función de cementerio de peregrinos, quedó casi destruido cuando se destruyeron las murallas y sus piedras se despeñaron sobre él desde la colina vecina. Este claustro, lleno de capiteles repletos de simbolismo, fue escenario de una leyenda emblemática de las varias que conformaron la identidad de la ciudad.

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